miércoles, 19 de septiembre de 2012

SANTOS VENERADOS EN GUAITARILLA


El presente trabajo, no es creatividad sino recopilación de datos obtenidos desde la red para ilustrar a nuestros lectores sobre el reconocimiento a los santos que se hace desde lo católico a nuestras veredas, de cuyos suelos el campesino en gracia de su esfuerzo y la fe en el creador mediados por los santos de su confianza obtienen los mejores granos para su sustento.

Sin embargo la vida de hoy nos indica que vamos caminando por los senderos del menor esfuerzo y la facilidad de obtención del dinero, signo de nuestras cabezas y metalización de la conciencia por la influencia del mercantilismo que se ahonda con la economía de libre mercado del neoliberalismo pero que margina las sociedades en económicamente pudientes y los menos favorecidos que a diario acuden a nuevas estrategias para la obtención de recursos como lo es la economía subterránea, la cual en nuestro medio sureño en general y colombiano se fundamenta en el cultivo y procesamiento de drogas ilícitas, lo que degradado no solo la economía familias sino a nuestros pueblos. Que rehúsan cultivar aún así acudan a Dios y a los santos pues son productos de muy bajos ingresos y a mediano y largo plazo, lo cual no sucede con estas economías que generan conflicto y atentan contra la integridad de las personas involucradas, lo cual ha incidido en la alta criminalidad además rampante por todo el suelo colombiano.

Es la hora de volver a lo nuestro y reconocer nuestras tradiciones, valores y en especial vivir con dignidad.

SAN GERMÁN (Germanus, Santo 28 de mayo )

Germán, obispo ( 576) Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.

Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de la ciudad.

Modelo de abad, con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad. Comienza a manifestarse en Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no había más; llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. Fue un obispo de París que fue canonizado en el año 754. y falleció en París el 28 de mayo de 576.

Bajo su influencia, se dice que el rey, quien se había entregado a la vida mundana, se convirtió y desde entonces llevó una vida de acuerdo a los valores cristianos. En su nuevo cargo, el Obispo continuó la práctica de las virtudes y las austeridades de su vida monástica, y trabajó para disminuir los males causados por las incesantes guerras y la vida licenciosa de los nobles. Asistió al tercero y cuarto Concilios de París en los años 557 y 573 respectivamente, y también al segundo Concilio de Tours en 566. Convenció al rey de que erradicara las prácticas paganas que aún existían en el país franco, y también para que prohibiera los excesos que se llevaban a cabo en la mayoría de las celebraciones cristianas.


SAN ANTONIO

Nació en el pueblo de Comas, cerca de Heraclea, en el Alto Egipto. Se cuenta que alrededor de los veinte años de edad vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir en una comunidad local haciendo vida ascética, durmiendo en un sepulcro vacío. Luego pasó muchos años ayudando a otros ermitaños a encaminar su vida espiritual en el desierto. Más tarde se fue internando mucho más en él, para vivir en absoluta soledad.

De acuerdo con los relatos de san Atanasio y de san Jerónimo, popularizados en el libro de vidas de santos La leyenda dorada que compiló el dominico genovés Santiago de la Vorágine en el siglo XIII, Antonio fue reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. La tentación de san Antonio se volvió un tema favorito de la iconografía cristiana, representado por numerosos pintores de importancia.

Se cuenta que en una ocasión se le acercó una jabalina con sus jabatos (que estaban ciegos), en actitud de súplica. Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. Pero con el tiempo y por la idea de que el cerdo era un animal impuro se hizo costumbre de representarlo dominando la impureza y por esto le colocaban un cerdo domado a los pies, porque era vencedor de la impureza.

Reliquias y orden monástica, Se afirma que Antonio vivió hasta los 105 años, y que dio orden de que sus restos reposasen a su muerte en una tumba anónima. Sin embargo, alrededor de 561 sus reliquias fueron llevadas a Alejandría, donde fueron veneradas hasta alrededor del siglo XII, cuando fueron trasladadas a Constantinopla. La Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios, fundada por esas fechas, se puso bajo su advocación. La iconografía lo refleja, representando con frecuencia a Antonio con el hábito negro de los Hospitalarios y la tau o la cruz egipcia que vino a ser el emblema como era conocido.

SAN ALEJANDRO

Nació hacia el año 250. Tuvo siempre un carácter apacible y bondadoso que de modo especial demostraba con los débiles y menesterosos. Era por su natural un hombre de paz, llevaba dentro de sí un espíritu conciliador como consecuencia de la caridad.

A la muerte de Aquillas, en el 313, fue propuesto y nombrado para la sede de Alejandría y aquí se va a ver envuelto en asuntos doctrinales que le harán sufrir lo indecible, le madurarán en la profesión de la fe cristiana y lo convertirán en su paladín. No le quedará más remedio que ser fiel a su condición de pastor aún a costa de su fama y de su bienestar; tendrá que sobreponerse a sí mismo y hacer que su bondad se manifieste como intransigencia en cuestiones que él no puede tocar y menos cambiar.

En torno a su persona y a su ministerio aparecerán figuras que para siempre quedan presentes en el campo de la teología: Atanasio y Arrio. El primero aprenderá a ser buen obispo a su sombra, aún a costa de destierros. El segundo llevará colgado hasta el fondo de la historia, y sobrepasando su propia muerte, el bochorno de su rebeldía y la tristeza de la pertinacia en el error. La Iglesia saldrá enriquecida por la afirmación a perpetuidad de la Verdad y el campo de la teología quedará armado con expresiones aptas para la expresión del Credo.

Al poco tiempo de ser Alejandro Patriarca, comienza a dar castigo Arrio. Ha comenzado a poner al descubierto su personalidad inqui
eta y su carácter díscolo y rebelde; ahora comienza a predicar cosas extrañas sobre Jesucristo no coincidentes con la verdad profesada en la Iglesia. No sirven los avisos del Patriarca; es más, se empeora el asunto por el favorable eco que encuentra su enseñanza en determinados sectores superficiales de creyentes y la facilidad con que la aceptan algunos provenientes del paganismo. Aquellos círculos van ampliándose y lo que comenzó solamente como una doctrina anormal va tomando tintes de herejía por la pertinacia en la defensa y por lo importante del error.

SAN VICENTE

Cuando Vicente Ferrer vio la luz en Valencia en enero de 1350, acababa de sufrir junto con el resto de Europa- una espantosa epidemia que conocemos como la "Peste Negra". La situación en la ciudad es fácil de imaginar gracias al relato de los cronistas de la época quienes señalan que más de 300 personas morían cada día. En la denominada aquel entonces Corona de Aragón de convivían cristianos, judíos y musulmanes, con la riqueza de sus credos, y las luchas por los protagonismos sociales, marginadores de los sectores populares depauperados.

Pedro Ranzano, el primer biógrafo de San Vicente, intentará mostrar que su protagonista y héroe fue un auténtico frai
le dominico y por ello el modelo prototípico del fundador de éstos el español santo Domingo de Guzmán (h. 1173 1221) estará ya presente tanto en el relato de su nacimiento como de su niñez.

Vicente Ferrer vivió este Cisma con intensidad, le supuso los mayores sacrificios de su vida y aun la misma enfermedad. Pero vayamos a los hechos. En enero de 1377 se cumplía uno de los mayores anhelos de muchos sectores de aquella Cristiandad: el retorno de los Papas a Roma. A simple vista parecía que la estancia en Avignon, iniciada en 1309, se cerraba. Pero no iba a ser del todo así. En marzo de 1378 al morir Gregorio XI y en el cónclave del siguiente 8 de abril se eligió al italiano Arzobispo de Bari, que tomó el nombre de Urbano VI. Tumultos, presiones..., llevaron a hablar de falta de libertad en la elección. La huida de los cardenales franceses, unida a la ausencia de uno de los electores, y el adherirse a la causa el cardenal español Pedro de Luna, llevó consigo que el 9 de agosto un grupo de electores proclamase nula la elección realizada y que el 20 de septiembre del mismo año se eligiera a Clemente VII. La Cristiandad quedaba divida en dos sectores, más o menos amplios, según sus reyes, canonistas y universidades: el de la obediencia aviñonense y el de la romana.

Elegido Papa Pedro de Luna, que tomó el nombre de Benedicto XIII, en 1394, le llamó a su lado y le nombró su confesor y teólogo. Pero al Maestro Vicente no le gustaba el clima que se respiraba en la Curia pontificia de Avignon. Se le ofrecen dignidades cardenalicias y obispados que rechaza; sufre interiormente la división de la Iglesia; finalmente, se ausenta del palacio papal y se hospeda en el Convento de Dominicos de la ciudad. Al sufrimiento interior se añade la enfermedad y la muerte que parecía avecinarse. En esta grave enfermedad, concretamente el 3 de octubre de 1398, es de capital importancia, una visión sobrenatural, pues cambiará el rumbo de su vida: se dedicará desde entonces a la predicación itinerante. Con frecuencia aludirá a ese día y a ese cambio.

FRANCESCO D’ASSISI

(Asís, 5 de julio de 1182 - 3 de octubre de 1226), santo italiano, que fue diácono, fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas, ambas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia Católica en la Edad Media, al contrario de otras hermandades —como los cátaros— que fueron consideradas herejes. De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de musulmanes al cristianismo.

Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas.5 Fue canonizado por la Iglesia Católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre.3 4 Es conocido también como il poverello d'Assisi («el pobrecillo de Asís», en italiano).

Hacia abril o mayo de 1209, Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.

Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el Papa. Éste y ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.

Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el Papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz; de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo.

En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: «Eminencia: mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis convertirse en prelados.»

Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del Papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.

SAN JOSE, nació probablemente a Belén, su padre se llamó Jacob (Mateo 1,16) y parece que era el tercero de seis hermanos. Descendiente de David, era el padre putativo de Jesús, a cuyo nacimiento asistió en Belén. Vivió en Nazaret ejerciendo el oficio de carpintero y murió antes de que comenzase la vida pública de Jesús. Su culto, extendido en Oriente antes del s. V, no llegó a Occidente hasta la Edad Media. En 1870 fue proclamado patrón de la Iglesia universal; es también patrono de los carpinteros y de los moribundos. Fiesta el 19 de marzo.

José era un carpintero que vivía en Nazaret. Según la tradición, cuando tenía alrededor de treinta años, fue convocado por los sacerdotes al templo, con otros solteros de la tribu de David, para tomar esposa. Los sacerdotes ofrecieron a cada uno de los pretendientes una rama y comunicaron que la Virgen María de Nazaret habría de casarse con aquel cuya rama desarrollase un brote. "Y saldrá una rama de la raíz de Jesse, y una flor saldrá de su raíz" (Is. 11,1). Sólo la rama de José floreció y de ese modo fue reconocido como novio destinado por el Señor a la Santa Virgen.

Las fuentes de información confiable sobre la vida de San José son el evangelio según San Mateo y el evangelio según San Lucas. Existen una variedad de escritos posteriores con muchos detalles contradictorios que se le atribuyen a su vida (el "Evangelio de Santiago", "La Historia Copta de San José", la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José", etc.), pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y nunca han sido considerados verdaderos por la Iglesia.

Es el Custodio del Redentor, de María Santísima y del misterio cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía muchas generaciones la estirpe de David y toda la “casa de Israel”.

Juan Pablo II nos dijo: “José entra en este puesto con la sencillez y humildad, en las que se manifiesta la profundidad espiritual del hombre; y él lo llena completamente con su vida. «Al despertar José de su sueño hizo como el ángel del Señor le había mandado» (Mateo 1,24). En estas pocas palabras está todo. Toda la decisión de la vida de José y la plena característica de su santidad. «Hizo». José es hombre de acción. Es hombre de trabajo. El Evangelio no ha conservado ninguna palabra suya. En cambio, ha descrito sus acciones: acciones sencillas, cotidianas, que tienen a la vez el significado límpido para la realización de la promesa divina en la historia del hombre; obras llenas de la profundidad espiritual y de la sencillez madura”.

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